Días 15, 16, 17 y 18. Domingo 1 de febrero hasta miércoles 4 de febrero de 2009

El Sarahurco. 4677 metros.

“La montaña escondida”
Ir al Saraurco, montaña de maíz, era emprender una aventura totalmente desconocida. Con planificación y fundamento logramos contactar con un guía de Oyacachi para acercarnos hasta la base de la montaña. Y por fin, el día domingo 1 de febrero, nos encontramos con los dos porteadores y un guía del sector y mi amigo Fausto Oviedo, quien me acompañó en esta aventura.

Llenos de comida y equipo de páramo salí sin descanso después de haber logrado la cumbre del Cayambe rumbo al primer campamento en las orillas del Río Volteado.

Quiero explicarles por qué era tan difícil realizar esta aventura: en ésta montaña es indispensable el uso de botas de caucho para caminatas por pantano. Y yo no las puedo usar porque no me entran con mi zapato ortopédico. A pesar de esto, asumí este riesgo y con unas zapatillas de caucho emprendí esta empapada aventura.

Les cuento que el segundo día caminamos cuatro horas a un ritmo rápido y llegamos a una altura de 4200 m para supuestamente al siguiente día alcanzar en tres horas la cumbre.

El despertador sonó el tercer día a las cuatro de la mañana pero un torrencial aguacero no dejaba ni siquiera imaginarme caminar en estas condiciones. La angustia se agolpaba y los pensamientos trataban de encontrar una salida en este laberinto. Pero solamente es Dios que en estos casos permite que haya una tregua entre la montaña y los hombres y su verdadera razón por la cual anhelan  llegar a la cima.

Fue así que a las siete de la mañana salimos rumbo a la cima de una montaña que no conocíamos y que nos esperaba con muchas sorpresas y con un clima que por no decir pésimo era infernal.

A las nueve estábamos en la verdadera base, que más bien es una arista infinitamente larga por la que sin las señales de roca que cada 300 metros encontrábamos y gracias a que  anteriores aventureros (de los pocos que ha visitado el Sarahurco) las habían puesto ahí para seguir como sabuesos los rastros hacia la cima.

Después de encontrarnos con que el guía no conocía el camino a la cima, tomé la decisión de liderar el  grupo y lanzarme a la búsqueda de la montaña escondida. A las 11 am llegamos a una pared que cortaba el camino y por fin estábamos en la laguna y las laderas finales para la cima. En realidad eran agujas parecidas a las de Los Alpes que se levantaban como fantasmas pra cortarnos el camino.

Pudimos bajar esta pared al límite de resbalarnos y subir por las rocas que marcaban un acarreo hasta una pared que cortaba el camino a lo que era la cima negra y obscura del Saraurco. Una pared de lodo, tierra y piedra cerraba el paso. Intenté superarla y sin encontrar una solución para bajar por este terreno sin desbarrancarme, decidí que el Saraurco había ganado. Derrotado di la vuelta y empapado volví sobre mis mismos pasos.

Bajaba y al hacer mi acto de despedida y agradecimiento a la montaña, el Saraurco se conmovió con mi sencillo gesto y este fue recompensado con una señal de rocas sobrepuestas llamadas hitos que marcan la ruta por donde estaba el escondido paso a la cima. Grité de emoción y seguí sin ya nada que me detenga. Al llegar a la señal una pared de cinco metros cerraba el paso y traté de escalarla pero la roca mojada hacía que nuevamente el descenso sin cuerda sea muy arriesgado para esta empresa.

No sé cómo pero de nuevo la montaña me regalaba sus secretos mostrándome la canaleta para la antecima y la cima principal.

Subí corriendo y Fausto atrás, temblando, subía. Yo gritaba de emoción porque sabía que lo habíamos logrado. Por fin, la cumbre estaba cerca y la montaña escondida nos había enseñado la lección de no derrotarnos ni dejar de luchar,  con ese mismo espíritu de no vencerse ante la primera dificultad.

En la cumbre hubo emoción, frío y el alma llena de lo escondido. El regalo del Saraurco que es solo para los que sueñan y se esfuerzan con Fe en el camino de lo desconocido.

¡Gracias hermoso Saraurco!…de verdad gracias.

Con cuatro días empapados llegó el final de esta historia.

Mi pie está un poco lastimado por la humedad que tuvo que soportar. A pesar de esto sé que el haberme jugado todo por también ir a montañas tan duras como ésta, hacen que este proyecto valga la pena y el esfuerzo se triplique, hasta no llegar a lacerar el alma.

Una roca en la cima es todo…

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