Días 24 y 25. Martes 10 y miércoles 11 de febrero de 2009
El Morurco. 4880 m.
El día martes después de haber tenido tres días de jornada intensa, por fin me disponía a descansar medio día. Nos quedamos en la Hostería La Ciénega. Nos atendieron como a reyes. Estoy muy agradecido por esto. Intenté descansar en la cama pero tuve que atender a algunos medios que llegaron a la hostería. Pero el hecho de estar por lo menos sentado y comiendo bien, me relajaba.
Han sido días hermosos, el clima me ha favorecido inmensamente. Estoy lleno de la energía de las montañas. Cada vez me siento más fuerte. Cada vez me siento muy feliz de haber emprendido este proyecto que recorre rincones grandiosos de nuestro Ecuador. Este día salimos a las 15h00 rumbo al refugio de Eduardo Agama que está ubicado en la cara sur del Cotopaxi, cara por la cual también está el Morurco.
Fue muy especial llegar a este refugio pues Eduardo es un amigo de esos incondicionales. Nos atendieron muy bien. Nos encontramos con un grupo de alemanes que él estaba guiando, supieron del proyecto y les gustó mucho. Compartimos una cena sin igual, donde Eduardo se vistió de chef y nos hizo reír mucho. Fue grandioso ver cómo dos culturas tan distintas, alemanes y ecuatorianos, pudimos pasar una velada tan agradable a 4000 metros sobre el nivel del mar…
En la madrugada del miércoles salimos al Morurco. En esta ocasión Eduardo Agama subiría conmigo. Además el grupo del programa Día a Día nos acompañó hasta un poco antes de la base de la montaña. Subimos en dos horas. Muy rápido. Normalmente la gente suele subir en cuatro horas. Una cumbre muy bonita. Se nubló cuando llegamos a ella. Yo nunca había llegado a la cumbre del Morurco y esta vez Dios me concedió este regalo. Fue muy emotivo haber subido con Eduardo. Estoy muy agradecido que me haya permitido compartir junto a el este momento.
Bajamos también muy rápido y nos esperaban los abrazos y felicitaciones. Aunque se nubló arriba el clima se portó a la “altura”. No nos dio ningún problema.
Después de almorzar me despedí de Claudia, pues ella tenía que regresar a Quito para organizar las cosas para las provincias siguientes. Siempre es difícil despedirme de ella pero sabemos que hay algo más que nos mantiene conectados aún en la distancia. Yo me fui rumbo a la Hacienda El Tambo para subir en estos días el famoso Quilindaña y el Predicador. Son dos montañas que nunca antes he subido.
Que Dios me acompañe.