Días 26, 27 y 28. Jueves 12, viernes 13 y sábado 14 de febrero de 2009
El Quilindaña 4877 m y El Predicador 4200 m.
“La montaña mojada”
Después de siete horas a caballo ida y regreso, pude conseguir la cima de El Predicador de 4200 m y sumar 25 cumbres. La cima es de vegetación y para encontrar la roca de la cima tuve que buscarla por las paredes aledañas. Al regreso volví a la hacienda El Tambo de Jorge Pérez. Dormí en este espectacular sitio.
Recibí a Gaspar Navarrete, gran amigo y compañero de aventura, de muchos años. Entre los dos íbamos a escalar el Quilindaña. Preparamos las mochilas, comida, tiendas y salimos rumbo al campamento del Quilindaña. Paulina, mi prima venía con nosotros para ayudarnos en el campamento y Gerardo era el arriero que nos ayudó con los caballos.
Llegamos en dos horas al lugar del campamento y mirando fotos y explicaciones anteriores de amigos que la habían escalado antes, sabíamos que estábamos bien, que ese era el lugar.
Después de una sopita y un tallarín, nos acostamos y alistamos las mochilas y el material para la escalada. Sabíamos que la escalada era difícil y más aún cuando la tarde y parte de la noche llovió y se mojó la roca, lo que hacía resbalosa la escalada y ponía tensión.
Finalmente, al siguiente día, a las 4h30 salimos rumbo a la entrada de la ruta. A las 5h00 estábamos acompañados de una espesa neblina y no sabíamos por dónde continuar para alcanzar la pared de entrada de la ruta. Decidimos esperar a que amanezca para estar seguros y entre nubes y claros y deducciones, por fin miramos que el lugar en el que estábamos era el correcto.
Llegamos a la entrada de la ruta. Gaspar buscó una variante de entrada para evitar la larga travesía hasta la arista y perder tiempo. Después de buscar un lugar más directo, me acerqué a él y vi por donde pensaba entrar. Nos quedamos viendo y sin palabras él escogió ser el que abriría este largo de la ruta.
Me aseguré a la roca, Gaspar comenzó a escalar, en momentos se paraba y lleno de serenidad se calentaba las manos. Avanzaba metro a metro, en un momento me dijo que no había como seguir que estaba imposible la ruta. Yo le di ánimos, pudo colocar dos seguros que lo motivaron y con más coraje que nadie, logró llegar a la reunión y avisarme que estaba en sitio seguro. Que alegría saber que habíamos conseguido llegar a la arista de la ruta y que ahora ya parecía todo más fácil.
Continuamos sin mayor dificultad por la arista hasta llegar a la cima de El Quilindaña. La roca es muy peligrosa pues es de pésima calidad y muy suelta. En la cima llamé a Claudia, quien me recibió con unas lágrimas de alegría y paz porque hacía tres días no sabía nada de mí.
Bajamos por la arista, hasta llegar a 55 metros de la base de la montaña, hicimos un rappel que es bajar por la cuerda y llegamos a la base.
Ese mismo día sábado bajamos y nos propusimos llegar a Quito a la hora que fuera.
Gracias Gaspar por tu ayuda para lograr el Quilindaña, una de las montañas más difíciles del país.
Ahora me voy a Riobamba. Mañana empezaré mi caminata de acercamiento al Sangay. Así que no podré escribir en varios días. Gracias por sus buenas energías.