Octubre 11 de 2010

Me encuentro como un ratón estropeado, apaleado y mal herido. Fueron 3 noches a 7200 metros y una intento para alcanzar la cima del Cho oyu de 8201 m, donde logré llegar a los 8150 metros por varios motivos, pero que deja profundas huellas en mi alma, incluso una noche a la intemperie a 6000 metros. Llego el día que todos esperábamos, el día de cumbre. Para mí un día muy especial porque llevaba 12 días de espera y nevadas en el campo base.

Salí como de costumbre campo 1 a 6400 m, luego campo 2 a 7200 m.
Hacer agua, té, jugo, comida, etc, y a las 2 am estaba casi listo, con algunos equipos incómodos como los guantes nuevos, y la ropa de pluma puestos para el frio extremo.

Finalmente me terminé de alistar y sin decir una sola palabra habían dos escaladores más listos, un argentino, llamado Adrian, y otro sueco, llamado Tork, me esperaron y pasé adelante a buscar la ruta camino a la cima. Subí por una larga rampa que conducía después de varias horas a la arista de camino al campo 3 a 7450 m, lugar al que llegamos y por el frío que hacía rogaba que hubiera una tienda abandonada, pero todo el campo 3 estaba vacío.

Luego de este campo viene una hermosa escalada llamada las bandas amarillas de roca vertical, son unos siete metros, escaladas estas bandas ya se puede llegar a la ante cima y ver el plató cimero que se piensa que es la cima. Todas estas nueve horas transcurrieron sin diferencia pero el argentino se bajo por frio y el sueco me siguió la huella todas las nueve horas.

Cuando abría la traza en el plató solo sentía que no me dirigía a ningún lugar, creía que estaba ahí en el Cho oyu como si estuviera en el Chimborazo, pero un 8000 es un 8000.

En la parte final del plató cimero cuando llego miro a mi alrededor y totalmente solo y en vez de querer ir corriendo a la cima soy un ser apacible y tranquilo, que tiene mucho frio y mucho cansancio y que decide darse la vuelta. No sé por qué lo hice. Cuando me crucé con el sueco ni me pregunto si me ayudaba a abrir la huella o si íbamos juntos, solo siguió por mis huellas hasta que dijo alcanzar la cima, yo le creo. El esfuerzo para llegar al Cho oyu desde el plató cimero es de una hora y más enorme infinito pero para llegar hay que estar ahí.

La cima, un lugar tan común, a veces tan intenso de llantos y emociones, a veces tan sombrío de pérdidas y de dolores. La cima tan cercana y a la vez tan lejana, tan secreta y escondida, a la vez tan luminosa, y atrayente. Esa cima no por la que avanzamos pensando en una batalla como en una guerra o la pelea con un enorme dragón, es una pelea interior que permanece allí guardada, para ese día en la que hay que enfrentársele y sabes que puedes sufrir heridas o perderte en este juego. No es un chiste y todo lo que hagas en el momento correcto será lo que te deje bajar.

Personalmente me sorprendió el Cho oyu, pensé que era fácil llegar a su cima, claro que a mí me tocó solo abriendo la huella. Al llegar a ver las dimensiones de esta montaña el Chimborazo se va de la cabeza…uf! es otra cosa, y me falta ver qué hay detrás desde la cima verdadera, quiero verle al Everest desde la cima de esta montaña. Eso quiero.

Hoy no es que me haga el héroe, pero de 500 personas solo 4 han alcanzado la cima y yo me quedé a 50 metros. Ahora tengo dos pequeñas molestias, una en el pie y otra en la garganta que seguro que se me curaran para el 13 salir al campo 2 a 7200 m y el 14 lograr la cima.

Volver Atrás