La montaña decide

Hoy llegamos al campo base a las 9h00 y les escribo desde mi tienda.  Han pasado tres días duros de trabajo que comenzaron porteando 25 kilos a través de un glaciar. Hagan de cuenta que es un laberinto de bloques de hielo, precipicios, enormes grietas de hasta 20 metros de ancho. Después de seis horas, cansados pero felices, junto a Asis, el porteador, llegamos a 5800 metros, a una enorme plataforma de nieve. Este es el lugar llamado el C1 (campo 1), desde donde llegas a la base de nuestro objetivo: el G2 de 8035 metros.

Al verlo tan cerca me dan ganas de salir corriendo para la cumbre. Todo parece fácil en esos momentos. Ahí estaba la montaña desnuda para mí, presente junto a  su magia que no deja de hechizarme.

La noche fue buena pero el trabajo no había terminado. Nuestro plan era llegar al C2 a 6500 metros y poder dormir una noche y así avanzar el proceso de aclimatación, pero el problema es que los últimos 150 metros de cuerda que hacían falta para llegar al C2 no estaban puestos.

Así que nosotros emprendimos esta tarea. El trabajo de fijar esta cuerda no fue tarea fácil. Nuestro amigo Jampi Juanpablo, italiano, se dispuso a hacer este trabajo y el resto tuvimos que cargar las cosas y arreglar los tramos de cuerdas y seguros mal colocados de temporadas anteriores. Para hacer esto, se necesita mucho valor y una fuerza increíble. Imagínense subiendo por 45 grados de hielo duro como el acero y cargados con 20 kilos de peso.

Las piernas y los brazos hacen tal esfuerzo que cada diez metros yo tenía que parar a resoplar como locomotora, extenuado y los descansos no son planos, son igualmente pendientes. En tres partes, los tornillos de hielo estaban sueltos y qué miedo me daba pensar en que si me cuelgo de esas cuerdas como lo hace todo el mundo, se puede saltar el seguro, por eso al subir por ellas, hay que escalar pero no colgarse, hasta llegar al seguro y comprobar que esté bien pues como algunos días son tan calurosos, el hielo se derrite y los tornillos se salen.

Después de algunas horas llegamos a la parte donde había que fijar la cuerda. La parte más lógica de la ruta, lamentablemente estaba llena de nieve húmeda y con un 90% de riesgo de avalancha, así que la única posibilidad fue hacerlo atravesando un muro de hielo llamado serac y después de 50 metros, nos encaramamos en este, con una salida extraplomada de dificultad 5 en hielo. Nuestro amigo Yampi fue el elegido por cualidad y voluntad para hacerlo.
Después de dos horas estaba fija la cuerda.

Pegué un grito de alegría porque la parte más complicada, que nadie de las otras expediciones lo pudo fijar, estaba hecha y el C2 ahora estaba a escasos 100 metros.

Los últimos 100 metros:

Juntos comenzamos a subir por la pendiente de nieve húmeda hasta llegar a 20 metros de la salida de la rampa que sube cerca del campo 2, pero nuevamente nos detiene la montaña por la nieve. Hay que volver a hacer una travesía muy expuesta para encaramarse en una torre de roca y desde ahí bajar al C2.

Al llegar a la torre miro hacia arriba, a Yampi y él con  su brazo me dice que no hay paso. Le digo que no es posible, así que me invita a subir y yo lo hago como una locomotora. Al llegar miro con desolación que se ha formado una cornisa y una arista de unos 20 cm de nieve floja y de 50 metros y no se sabe si luego se puede bajar a terreno firme. Todo ha cambiado en este pasaje, que años atrás, era pan comido para los escaladores.

Fue en este mismo lugar, en donde murió bajando de la cima, el famoso Felix Iñurategui, que llevaba 13 ocho miles. Miro a Yampi con cara anonadada y  me dice que está agotado. Le digo que yo puedo intentarlo pero sin mochila pero él me hace caer en cuenta que ya es muy tarde para cruzar este tramo dos veces cada uno. Así que la decisión es bajar. Algo en mí ha cambiado. En casos como este ya no siento derrota y ese abatimiento que me dejaba con el alma en vilo. Ahora lo acepto. La montaña tendrá su razón de dejarnos a 30 o 50 metros del C2.

Aceptar que he cargado como una mula, por hielo vertical,  con la esperanza de poder dormir a 6500 metros y avanzar en el proceso de aclimatación y quedarte a 30 metros en línea recta porque una parte de la montaña se ha derrumbado, es lo más desalentador del mundo, y solamente queda la madurez y la buena voluntad de coger esos mismos 20 kilos y bajarlos 300 metros más abajo a un deposito, suponiendo que cambiará en unos días, la ruta para el C2.

Ahora esperamos que lleguen otras personas al C2 para nosotros ir detrás. Ahora nos toca descansar. Ninguna de las otras expediciones querían hacer este duro trabajo porque nadie tenía la habilidad de escalar 5to grado en hielo. Nosotros lo hicimos y ahora nuestro premio es esperar. Todos nos felicitan por el excelente trabajo que hemos hecho, pero todo este descomunal esfuerzo me ha pasado una pequeña factura: mi rodilla izquierda se inflamó, por el esfuerzo, así cuando te entregas con todo el corazón hasta donde  más puedes, pero es una entrega medida, sin pasar los límites.

Ahora el cuerpo pide descanso y como vienen cinco días de mal tiempo nos quedaremos en campo base.
Espero que  la voluntad de Dios me permita que la rodilla se desinflame en estos días para poder subir al C2 y hacer un depósito en el C3. Con esto, estaríamos listos para hacer el definitivo ataque a cima del G2, montaña que ha sido más dura que todas las escaladas en los otros ocho miles, menos que el K2 por supuesto.

Gracias de todo corazón por su apoyo. Viva el Ecuador. Gracias a mis auspiciantes, Chevrolet y Salud S.A. y a los colaboradores, DHL, Energizer y Galasam.

Saludos familia y amigos.

Volver Atrás