Paciencia y recuerdos

Todos se han ido para arriba, a subir hasta el campo 2 y pasar una noche aclimatando. Mi decisión fue quedarme para recuperarme bien de la molestia en la rodilla y subir el lunes o martes de la próxima semana. Me esperan tres días de soledad en los que trato de no agobiarme.  Estar conmigo mismo solo es bonito, pero se me hace duro a veces, la soledad del campo base, sin su gente, sus ruidos, su permanente trabajo de organizar esto o aquello.

Extraño mucho a mi esposa Claudia y me estoy enamorando como nunca pensé de ella.  Aprovecho estos momentos para contarles un poquito de nuestra historia.

Nos conocimos con Claudia el 10 de noviembre del 2001 en el rocódromo.
Ella me dejó plantado para mi cumpleaños el 20 de noviembre y en recompensa a eso nos ennoviamos el 26 de noviembre,  casi tres meses antes del viaje a la Pared Sur del Aconcagua, hace nueve años y siete meses exactamente.

Después de volver con los pies congelados de la Pared Sur, nos tuvimos que separar porque el tratamiento era en España y a mí me tocó viajar hasta allá.  Claudia me visitó en España a los tres meses cuando me habían amputado la mitad de los pies. Al verme recuerdo su cara de asombro de la magnitud de la amputación. Estuvimos un mes juntos en España y después de cinco meses nos volvimos a ver en Ecuador.

Nada en esa época era fácil, mi amargura por la amputación, mi impedimento de volver a caminar normalmente, las muchas miradas de la gente curiosa, mi dolor físico era terrible y Claudia estaba a mi lado permanentemente, apoyándome, luchando por salir adelante, amándome. Cada día le preguntaba 10 o 20 veces si ella pensaba que  yo volvería a escalar  y siempre su respuesta fue positiva, en cambio, yo dudaba mucho por los terribles dolores, que para eliminarlos me sometí a terribles tratamientos de terapias con agujas,  muchos pinchazos cerca de los nervios.

Cada 15 días salíamos a la montaña y Claudia estaba allí junto a mí, muriéndose del frio, pero alegre de verme feliz.

Recuerdo que queríamos estudiar inglés y meternos a un gimnasio, pero no teníamos plata, así que organizamos un audiovisual juntos, para contar la historia de la Pared Sur, y con esto logramos que un gimnasio  y un instituto de Ingles nos den becas a cambio de la publicidad de este audiovisual que fue para el público. Todo salió bien y estábamos juntos estudiando y en el gimnasio.

Después nos dedicamos a vender cuadros, obras de arte que habían donado algunos amigos de la familia para mi recuperación y que nunca se vendieron. Así que organizamos carpetas de presentación y logramos vender casi todos los cuadros. Con ese dinero pudimos sobrevivir algún tiempo.

Otra aventura eran los viajes a la playa. Aquí yo aprendí a ceder porque y no quería  por el miedo a enfrentar las miradas, la incomodidad de la arena en las heridas, etc, etc, pero lo hacíamos porque Claudia ama el mar. Una vez nos fuimos en bicicleta hasta Mompiche desde Atacames y pedaleamos por la playa hasta que el mar nos cerro el camino. Por arte de magia nos encontramos con nuestro querido amigo Jorge Anhalzer, nos hizo un aventón en su Ultra Ligero, fue increíble. Inolvidable.

Han sido cientos y cientos de aventuras juntos, de viajes, de risas, dolores, cansancios, peleas, amor, que duraron muchos años, hasta que por fin encontramos una solución, gracias a Dios, para poder ir a las montañas. Es un invento ortopédico que reemplaza la parte media del pie. Claro que no es lo mismo escalar con ese zapato ortopédico que con los pies completos, pero agradezco el regalo de Dios y de la vida, por haberme permitido lograrlo.

Pero ahora no estoy contando mi historia de superación, sino la historia de amor y de apoyo de esta maravillosa compañera de aventura, que en diez años ha estado a mi lado incondicionalmente y hemos logrado salir adelante. Vivir con ella es mi mayor regalo, no tenemos lujos pero estamos juntos que es lo importante.
Alquilamos un departamento y nos compramos un carro 4×4. Era un pequeño sueño, el cual nos lleva tanto a la playa como a la montaña. Ahora estamos soñando con el día de construirnos una casita medio campestre. Pero la lección de todo esto, es el amor sobretodo de Claudia, el amor de mujer,  de la maravillosa contención que hizo su energía femenina, que mantuvo a flote la relación, el sueño de volver a la montaña y ayudó a soportar una historia que para mí solo  hubiera sido muy duro de llevar a cabo. Seguramente, sin ella, el rumbo hubiera sido otro.

Quiero aprovechar para reconocerte como mujer, como humano, tienes mucho potencial. Gracias mi vida por tu amor verdadero, por tu lucha junto a mí y este diario es el reconocimiento a todo tu esfuerzo, a tu trabajo en estas siete expediciones.
Te reconozco como mujer trabajadora incansable, luchadora, mujer emprendedora, que ahora gracias a tus procesos pudiste vencer un montón de miedos y hacer lo que amas, que es bailar. Sé que algún día la vida te pondrá al servicio de los demás a través de tu don de dar y del baile.

Te amo.

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