Los sutiles matices del ser humano
La dicotomía existencial, desde la vulnerabilidad hacia el amor. Caminando en un día típico de mal clima en el Karakorum, bajando la morrena, sentí que tenía pies completos, esta sensación recorrió toda mi alma y la seguridad de poder andar libre con completa autonomía, hacía que el dios del ego se haga presente. Comprendí entonces por qué el ejercicio de andar con medios pies, hace que me sienta vulnerable, tanto que sea imperiosa la necesidad de buscar ayuda divina y pedir que los dolores fuertes, mis miedos y mi actual condición me permitan lograr ”mi propia cima”, que es modificable y absolutamente transformable, convirtiendo esta vulnerabilidad en amor, solución para todos los días en que los mal llamados problemas colmen el alma, atormentada por una solución, cuando la más simple de las soluciones se llama Amor.
No quiero rayar en lo implícito del comentario, ni mucho menos ser el mensajero del amor en el mundo, más bien una simple experiencia que les comparto puede ser más explícita y clara. Regresamos del C1 y llegamos a medio día al campo base. Habíamos pasado dos días en la montaña y yo dejé encargado al ayudante del cocinero lavarme mi ropa sucia, quien por cinco dólares de propina me haría el favor de lavarla.
Al preguntar por mi ropa, la respuesta siempre era: tomorrow. Al siguiente día, lo mismo, y al tercer día pedí de favor me entregara mi ropa porque yo la iba a lavar, aunque ya había entregado los cinco dólares, antes del trabajo
Cuando me entregan la ropa noto que faltan los únicos dos pantalones que traje para la caminata de acercamiento y pregunto dónde están los pantalones. Resulta que desaparecieron por arte de magia, pido que los busque, pero no hay respuesta alguna, vuelvo a insistir y preguntar. Me cuentan que dejaron los pantalones afuera y que los porteadores de otra expedición se los llevó. Indago incrédulo de por qué los puso afuera a los dos pantalones cuando no estaban lavados aún, y no recibo respuesta, y no me queda otra alternativa que dudar del ayudante y hacerle abrir su maleta. Cuando el muchacho coge su maleta y saca todo su contenido, caen 10 paquetes de cigarros, yo veo su cara que decía descubrieron mi tesoro, pero los pantalones, nada, en ese momento, el muchacho agarra una funda y en medio de su ropa saca un calzoncillo mío, que había tenido la plena intención de quedárselo. Agarro la prenda y me dirijo a mi tienda desconcertado, mi cabeza no dejaba de sacar deducciones, conclusiones y obviamente emitir juicios e hipótesis que no hacían otra cosa que crearme un malestar.
Comencé a pensar si realmente es representativo el hecho en mi vida y qué puedo aprender de este y a afirmar con pensamientos de naturaleza positiva, todo pensamiento negativo que tenía, y es en este momento que logro hacer la conexión con el amor, y pienso, en el anhelo del muchacho ayudante de cocina, en tener una prenda de estas (y no es que mis calzoncillos sean escandalosos ni mucho menos). Es cuando alcanzo a ver las distintas realidades humanas y me conmueve algo por dentro que se expresa como llanto, y deja de existir las necesidades: de tener la razón, la necesidad de adquirir justicia en estos casos, la necesidad de castigar, etc, y me doy cuenta que ningún ser humano puede decir de esta agua no he de beber y es en este momento en que siento amor, compasión y perdón y me es entregada una herramienta que he buscado durante estos cinco años, en los cuales he venido aprendiendo, escondiendo mi realidad, mostrando mi autonomía en las montañas hasta que era descubierto, mi realidad de los pies, apriori al ataque a cima.
Pero soy yo el que no se aprueba, el que tiene miedo al rechazo, el que trata de mostrarse fuerte y no vulnerable. Y es que en los momentos que esta vulnerabilidad aparece y donde está esta conexión, que se da al ver al otro ser humano como uno solo.
Esto me costó mucho comprenderlo, pero todos somos uno, algo que leí en un buen libro llamado, Conversaciones con Dios. Y es al ver al otro sin juicios, ni exponerme a la ausencia de su aprobación donde ya no hay la necesidad de pertenecer, sino más bien tener en cada interacción humana la posibilidad de preguntarse: ¿QUE HARIA EL AMOR EN ESTE CASO?, frase de Claudia, mi esposa, y esta es la manera personal de adquirir momentos en que tengo pies completos como esta mañana en donde ningún dolor existe y nada puede detenerme prácticamente vuelo, no camino.
Como conclusión a otra respuesta incomprensible. No hace falta tener, cuando se puede ser. Y es el simple ejemplo de un montañista austriaco, que está en otra expedición, que sube el G2 con sus brazos con el 10 o 20% de movilidad, es increíble.
Al regresar de esta caminata, miré salir de la tienda a este montañista yo sentí que se encontraba solo, pero no me acerqué a él por mi prejuicio de si él se sentirá mal, cuando soy honesto conmigo, sé que sutilmente proyecto en otro el real sentimiento que tengo y soy yo el que en el fondo, se siente incómodo, proyectando la incomodidad del otro. Pero es una incomodidad, que no permite experimentar el amor, dejando de lado lo que el otro sienta y es aquí que al llegar a mi tienda personal, volví a sentir el amor, sentimiento que no juzga, sino que está presente simplemente.
La necesidad de ver que la búsqueda humana es encontrar esta fórmula para tener días, meses y años mejores, tal vez sin menos riqueza material, pero con mayor calidad humana.