Everest, la cima más bonita del mundo

Ecuador querido,
Quiero escribir sobre esta historia porque más allá de las hazañas y logros, es la historia que deja dicha muchas cosas positivas que se pueden sacar como lecciones para nuestras vidas. El 2012 fuimos al Manaslu, llegamos a 7000 metros después de 9 días de llegar a la montaña, terminando el proceso de adaptación a la altura, para después poder intentar la cima, que no nos fue posible porque el clima se estropeo y no tuvimos más tiempo, también vimos la desaparición de 17 montañistas por una avalancha en la montaña, hecho que nos marcó significativamente.

Al llegar a Ecuador mi pie izquierdo tenía una herida abierta que tardaba en cicatrizar, pero que controlada por los médicos me permitió comenzar a entrenar en diciembre del 2012.

En diciembre hice mi proceso de preparación para el sueño de llegar a la cima del Everest sin oxígeno y con la mitad de mis pies amputados, y viajé 1200 kilómetros en bicicleta de ruta por toda la costa Ecuatoriana, y parte de la sierra.

Después en el mes de enero viajé a varias montañas, para subir a la cima, Antizana, Cotopaxi, Chimborazo, Pichincha, Ilinizas, etc, y en el mes de febrero, viajé al Aconcagua y subí desde el campo 1 a la cima en apenas 6 horas. Esto indicaba que el entrenamiento daba resultados excelentes para poder subir al Everest sin oxígeno.

En marzo realizamos las primeras pruebas de esfuerzo con el doctor Oscar Concha y terminé mis entrenamientos, con muchos viajes al volcán Guagua Pichincha en bicicleta y muchos ascensos en un día al Cotopaxi en tiempos rápidos de dos horas. También subí el Chimborazo algunas veces y realicé la travesía de los Pichichas. Las pruebas deportológicas y médicas indicaron que tenia preparación total para intentar Everest sin oxígeno, pero mi plan era subir antes un ocho mil llamado el Shisha pangma 8027 metros para lograr llegar mejor aclimatado que el resto de montañistas que me encontraría en el campo base. Luego esperar a la ventana de buen tiempo y subir directo a la cima del Everest. Este plan es muy ambicioso porque primero hay que tener la suerte de que el clima este bien en la primera montaña de 8000 metros. Después lograr llegar a la cima de este y después viajar al Everest logrando llegar a tiempo antes del 13 de mayo para poder intentar la cima, si todo sale bien y coincide es un verdadero milagro.

Pero le apostamos a creer en el proyecto a luchar por lo que habíamos preparado y a sacarlo adelante. Y fui al ShishaPagma. En 12 días Dios nos regaló la cumbre más maravillosa, logramos con un milagro subir la última parte porque el viento era de 60 kilómetros por hora y en apenas 12 días estábamos en la cima de esta montaña de 8000 metros. Regrese a Kathmandú y luego de cinco días salimos al Everest al que llegamos el 9 de mayo vía helicóptero al campo base. Los dos primeros días en el campo base a 5400 metros, me sentía con los síntomas de altura, lo que me preocupó Mingma Y lama mis 2 sherpas un poco, porque me dio susto de perder la aclimatación del Shishapangma, pero esto es imposible porque la aclimatación se puede perder a partir del día 10 y solo estuve en Katmandú 4 días, así que no había problema.

En el campo base del Everest había todo un conglomerado de montañistas, de no montañistas, turistas, sherpas, y gente que quería llegar a la cima de esta montaña, todos con oxígeno lo que hace de la escalada algo muy sencillo para el cuerpo. Inclusive una persona de 80 años logró escalar con oxigeno y llegar a la cumbre. De toda esta gente, solo cuatro personas deseábamos subir la montaña sin las botellas de oxígeno.

Mi plan de ascensión estaba cubierto:
Tendría 2 porteadores sherpas para cargar desde el campo base, todo lo necesario, gas, comida, sleeping, bags, carpas, ollas, medicinas, colchonetas, estufas, y cada uno, además llevaría su equipo personal. Ellos subirían con oxígeno. Además por emergencia llevaríamos una botella de oxigeno para mí en caso de necesitarla como medicina.

Esperamos con angustiosa tensión los planes según el clima de los 600 o 1000 montañistas para sus cronogramas de cumbre y el 15 de mayo sabíamos que las primeras ventanas de buen tiempo eran el 18, 19 de mayo. Muchos se fueron para arriba para subir estas fechas, y luego llegó el regalo de dos días más, el 20 y 21 de mayo para intentar la cima. Para no subir con tanto tráfico de gente, decidimos intentar el 21 de mayo. porque si había más de 80 montañistas la ascensión sin oxigeno se torna peligrosa y hay peligro de congelaciones. Sin embargo, para esto llevaba por primera vez un calentador a pilas para mis manos y una extra capa para mis pies de protección. Planifique al detalle la ascensión, con el mínimo de perfección para no tener ninguna molestia de frio, ni riesgo debido a la masificación de esta montaña. Mis pies subieron muy bien en el Shisha Pangama y aguantaron todo este entrenamiento previo para el Everest, claro está, que los dos pies con heridas abiertas, pero tenía el Ok del médico para poder intentarlo y después vendrían unos meses de descanso en casa.

Y bueno, por fin salimos el 17 de mayo directo al campamento 2 a 6400 metros. Para llegar a este campamento hay que atravesar la cascada de kumbu, un laberinto de bloques de hielo y grietas que se pasan por escaleras unidas unas a otras y que es uno de los lugares más peligrosos del Everest. Esta cascada cambia a cada rato porque se mueve y se derrumba y es de mucho peligro cruzarla. El 18 de mayo fue una experiencia de fe poder enfrentarme a estos bloques en el aire, atravesar las escaleras con el precipicio a tus pies, una experiencia sensacional, llegamos después de un duro y largo día al campo 2, atravesamos todo el terreno desde el campo base en 7 horas. En el campo 2 mi idea fue aclimatar, hidratar, y alimentar como mejor podía, y para esto teníamos un cocinero y una carpa comedor en este campamento que la agencia nos proporcionaba y nos quedamos aquí dos días. El campo dos es como un campo base avanzado. La aclimatación en el 2 fue muy buena idea, me sentí muy bien y puede beber, beber y beber mucha cantidad de líquidos ya que este es mi oxigeno para la subida.

El 19 salimos rumbo al campo 3 a 7100 metros. Una jornada no tan larga y muy bonita, llegamos igual rápido en 4 horas y pasé todo el día y tarde bebiendo e hidratando.

El 20 fue una jornada muy larga para llegar a 8000 metros al collado sur del Everest. Luego pasamos unas cinco horas ahí para después intentar la cima. Nos tomó siete horas muy duras, pero muy duras de escalada y progresión en altura hasta este collado sur, que está a la misma altura de la cumbre del Shisha Pangma, y después hay que subir casi 900 metros más para lograr la cima del Everest. Esta idea da mucho miedo, y expectativa si el cuerpo va a resistir todo este desgaste físico.

Al llegar al collado sur después de estar un par de horas en la carpa, mi pie derecho estaba inflamado por el desgaste, el esfuerzo y la salvaje hazaña realizada y con dos heriditas en los pies. Una de estas heridas, la del pie derecho se inflamó por el sobre esfuerzo. Era la primera vez que me pasaba esto. No podía creer lo que me estaba pasando, había luchado tanto para llegar allá, tanto, había entrenado tanto, habíamos tenido éxito en todo, en todas la cumbres y el último día se acababa este sueño. Me sentía devastado, me tocaba constantemente el pie, y claro el dolor era muy fuerte, y me dije a mi mismo: por qué renunciar justo ahora tan cerca de lograrlo, por qué rendirme, por qué no intentar y si me duele mucho me doy la vuelta, y así lo decidí. Tenía que ser muy valiente, tenía mucho miedo pero había que intentarlo. Tenía 6 horas para lograr desinflamar el pie y me puse en marcha. Tomé dos antinflamatorios muy fuertes, dos aspirinas para ayudar a la circulación y dos litros de agua, y lamentablemente vomité todo. Intenté después de otra hora, tomé un litro más de agua y otro antiinflamatorio, y dio resultado. El dolor se pasó a las ocho de la noche, cuando toda la gente comenzó la escalada a la cima. Mis sherpas pensaban que estaba listo y les dije que esperaramos una hora más. Me vestí, comí algo, alisté la mochila y así, es a las nueve de la noche del día 20, milagrosamente salimos rumbo a la cima del Everest.

Esta narración suena muy fácil, pero no fue nada fácil tomar la decisión cuando hay una imposibilidad debido a una dolencia física y además te encuentras a 8000 metros de altura en el Everest.
Es la voluntad de la mente, el positivismo, el dios interior que crea la sanación de la dolencia. Y yo sé de qué les hablo, con mis pies, para los médicos estoy imposibilitado de hacer montañismo, pero yo me veo a mi mismo como montañista y mentalmente no me imposibilito, sino que decido ser quien soy, sin quejarme, porque no les niego que es más duro, más incómodo. Salimos en plena noche, eran las 9 pm.

No hacía frio, los sistemas de calor de pies y manos funcionaban de maravilla, y estaba en el Everest sin oxigeno había llegado a 8000 metros sin él y iba para la cima. Era muy emocionante estar ahí, es el sueño de todo montañista, conquistar la cima más alta del mundo. Para mí, en cambio, era superarme a mí mismo, lograr con mis mitades de pies subir a la cumbre de esta montaña sin usar oxígeno embotellado era el reto personal, algo incomprensible…

La jornada fue larguísima, interminable. A las 5 de la mañana después de 8 horas llegamos al balcón, un lugar desde se pude ver al Makalu, viejo amigo, y que está a 8500 metros, en este lugar se ve la cima del Everest y desde este lugar es emocionante e indescriptible todo lo que se siente, porque sabes que estás cerca, pero también sabes que desde ahí viene lo más difícil para el cuerpo por la altura.

Descansamos, tomamos fotos y seguimos. Los que llevan oxígeno te rebasan y el esfuerzo es indescriptible. Para darles una idea no se puede dar más de 5 pasos a la vez. Paras para intentar meter algo de aire a los pulmones porque el agotamiento es increíble a esta altura, el esfuerzo es inhumano, pero siempre en mi mente estaba la frase: te preparaste muy bien, te preparaste muy bien, así que me olvidé del tema del pie y me enfoqué en la cima.

Después de atravesar tres pendientes inhumanas llegamos a la cima sur, mi sherpa Nigma, emocionado me dijo que era la cima sur a 8700 metros, estábamos a 150 metros de la cima del Everest. Ese momento supe que teníamos posibilidades de alcanzarla y le pedí a Dios que nos permita este regalo. Todos me felicitaban por ser el único que iba y había llegado ahí sin oxígeno, me daban ánimos y supongo veían mi cara de esfuerzo.

Avanzamos más y vi la famosa imagen del escalón Hilary, esta pared vertical de roca, y los merengues de que se piensan son la cumbre, lo cruzamos y comenzamos a ganar altura por las pendientes finales.

Los últimos 150 metros del Everest no son lo que parecen, esta es la llave del secreto de llegar a la cima, porque son interminables. La cumbre queda tan atrás y hay que recorrer tanto para llegar a ella que es una especie de prueba de la montaña para quien la intenta subir, porque justo al final se pone este espejismo de que estas tan cerca pero de verdad falta muchísimo. El clima empezó a cambiar. Nevaba y estaba nublado pero no había viento, y solo se veía una línea de cornisa a mi derecha y al fondo una roca grande, después de la roca una pendiente pequeña y ahí, aparece Nigma, que estaba con oxígeno, con su mirada de felicidad haciéndome señales de la cima. Subí, subí, y se despeja y alcanzo a ver las banderas de oración tapando la estatua de Buda, por fin estaba en la cima. Mi agotamiento y la altura no me producía ninguna emoción de llanto ni nada. Llegué, abracé a mis sherpas, eran las tres de la tarde, lo habíamos logrado en 18 horas de salvaje esfuerzo. Nunca un ocho mil me había tomado tanto tiempo. Estaba ahí, en la cumbre de la montaña más alta del mundo y lo había conseguido subir sin mi mitad de pies y sin utilizar tanques de oxígeno, fueron mis pulmones, el amor que siento por las montañas y mi preparación que me llevaron hasta ahí, estaba muy feliz y agradecido. Nos tomamos fotos, estuvimos una hora más o menos, llamé a mi amada Claudia que estaba en el campo base a la expectativa y rápido comenzamos el descenso.

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