Descenso milagroso en el EVEREST

La bajada la hicimos con mucho cuidado porque hay muchos lugares de precipicios donde puedes perder el equilibrio y la vida. Bajamos el paso Hilary, llegamos a la cumbre sur y continuamos bajando. Nos agarró la noche no recuerdo en qué lugar pero había cuerdas y podíamos continuar bajando. Nos demoramos porque uno de los sherpas no sabía rapelar (técnica de descenso) y tuvimos que enseñarle en esos momentos.

Después de un rato, con todo este movimiento, Nigma perdió la ruta y terminamos más a la izquierda del lugar por donde se tiene que bajar. En este punto encontramos una cuerda que era antigua, por donde nos aventuramos a bajar para disminuir metros y llegamos a un cadáver de un Polaco que estaba ahí tirado me imagino de hace años. Después ya no había como seguir porque no había cuerdas y todo era precipicios y hielo. Había que pasar la noche a la intemperie. Y así tocó. No se la altura exactamente, calculo 8300 metros pero nos quedamos temblando del frio esperando que amanezca.

A las 4 de la madrugada, con algo de luz seguimos bajando, buscando la ruta correcta, el problema era que el esfuerzo era tan brutal que en ese momento me empezó a pasar factura. Mis ojos veían nublosos, las imágenes se veían como tener neblina en el ojo. Entonces Nigma sacó la botella de oxigeno de emergencia y me la puso, porque mi visión era del 30% y así no se podía bajar, esperaba que con el oxigeno mejore, pero no hubo mucho efecto.

A las 6 de la mañana, por fin, encontramos la ruta y a las 7 am llegué al campo 4 a 8000 metros. Me dieron agua, me quité las botas y lo que quería era dormir y dormir.

Llamé a Claudia para decirle que bajaría mañana y en ese momento desde el campo base hubo revuelo. Me llamaron inmediatamente a decir que tengo que bajar en ese momento al campo 2 y que no lo lograré hacerlo sin ayuda del bendito oxígeno.

Claudia en una llamada desesperada me pidió que por favor me enchufe el oxígeno y que baje enseguida. Por amor a mí y a ella, en toda esa confusión de mi cabeza, le hice caso. Me puse la máscara y comencé a bajar. El problema en ese momento era que el pie derecho estaba aún más inflamado y casi no podía caminar. El dolos era casi insoportable pero yo tenía que bajar y llegar a los 6400 al campo 2 para salvar mi vida y tenía que hacerlo por mí mismo, nadie me podía cargar.

Nigma, mi compañero y amigo me acompañó en todo este torturante descenso. En mi cabeza solo había una cosa, la promesa hecha a Claudia de que llegaría al campo 2 como fuese ese mismo día y esto me dejaba dar 10 pasos cada vez para seguir avanzando.

Desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche, bajé hasta el campo 2 Personalmente no agotado, pero sí con el pie muy lastimado, muy inflamado e infectado. Al otro día no podía caminar, así que pedí un helicóptero para llegar al campo base porque mi pie colapsó.

Esta historia del Everest para mí no es tomada desde el drama. Así son las montañas del Himalaya. Lo que pasa en realidad es que la gente que las sube solo cuenta una parte de la historia. Yo no tengo nada que ocultar, no estoy buscando ser el mejor, ni ser héroe del Ecuador, no premios ni medalla, estoy buscando crecer en espíritu y como ser humano, esos son mis objetivos. Muchos montañistas me han rechazado por tener la mitad de mis pies y no han querido escalar conmigo por mi condición, otros me dicen que para qué escalo si estoy amputado, otros no me hablan, otros me miran como bicho raro, y todo este rechazo me ha servido para aceptarme e ir a estas montañas conmigo mismo, crecer en seguridad, en aceptación, en amor propio, y entender que el trabajo es interior, que lo exterior no me da nada sino trabajo mi interior. Sino crezco, de nada me sirve hacer cumbres en los Himalayas. Nadie te reconoce cuando estas lesionado.

Este proyecto está hecho para motivar a la gente, a mi país, no para reconocimientos personales. Intenté subir a esta montaña Everest sin oxígeno y logré hacerlo. Tuve un descenso complicado por la perdida de la ruta y por mi pie inflamado, aún así logré bajar al campo 2.

Ahora estamos con Claudia en Kathmandu. Recuperándome y descansando. Ayer fui a un hospital y el pie está con infección. Estoy en tratamiento de antibióticos y curaciones por algunos días y después me toca unas semanas de reposo para cicatrizar las heridas en ambos pies.

Para mí, esforzarme tanto para conseguir un sueño es como vivo la escalada de los ocho miles. Ya lleva el proyecto seis cumbres y me parece increíble. Poder hacer lo que más amo es mi mayor regalo.

De los cuatro que queríamos hacer el Everest sin oxígeno, solo dos lo logramos y uno, que era Coreano murió a su bajada en el campo 4 por agotamiento, se quedó dormido y nunca despertó.

Gracias a Dios estoy vivo y con ganas de seguir motivando a la gente. Con ganas de recuperarme y seguir soñando.

Gracias a todos por el amor que se siente en sus mensajes.

Muchas gracias a mis patrocinadores que personalmente, les quiero mucho. Que sepan que el proyecto es un éxito, que logramos gracias a su apoyo subir a este Monstruo que es el Everest, gracias Chevrolet, Salud S.A.y al Ministerio del Deporte. Y a mis colaboradores y también amigos, Adidas, DHL, Mundo Mac, Kamex y Federación de Cotopaxi.

Volver Atrás