Diario de Expedición— 25 de junio de 2025
Expedición N.º 18 a la Cordillera del Himalaya
Objetivo: Décimo ochomil, sin oxígeno suplementario

Con el corazón colmado de gratitud y profunda emoción, escribo estas líneas desde el campamento base de mi décimo 8000. Han sido 15 días intensos, llenos de vivencias que deseo compartir con ustedes.

El 10 de junio partí desde Quito rumbo a Panamá, luego Estambul y finalmente llegué a Islamabad el 12. Pasé dos días entre Islamabad e Ispadana y el 15 volé a Skardu, el último punto urbano antes de adentrarse en la cordillera del Karakórum, hogar de los imponentes ochomiles de Pakistán.

Ya en Islamabad comenzaron unos malestares que, al llegar a Skardu, se convirtieron en una gripe fuerte. Con el apoyo de mi doctora Andreita y de Claudia, a la distancia y tres días de completo reposo, logré estabilizarme y continuar.

El 16 de junio partimos hacia Askole, un poblado humilde desde donde inician las caminatas hacia las montañas. Esta región ha sido cuna de exploradores y montañistas durante décadas. Desde aquí se recorren 130 km a pie hasta llegar al campo base. El trayecto es uno de los más duros del mundo: temperaturas que superan los 45 °C, rocas, polvo, glaciares y un esfuerzo físico inmenso.

Del 17 al 19 comenzamos la caminata. El primer día llegamos al primer poblado, donde se duerme en pequeñas terrazas de piedra, con acceso limitado a agua y servicios. Al día siguiente, el calor y el polvo levantado por las mulas y caballos me provocaron una ampolla severa. Aun así, continuamos el tercer día hacia la siguiente parada para dormir, una jornada de nueve horas con vistas majestuosas del Baltoro y de gigantes de más de 6000 m.

El dolor del pie era tan intenso que en este lugar decidimos tomar un día de descanso. Logré conseguir un caballo para seguir la travesía, lo que alivió en parte el dolor físico y me permitió recuperar fuerzas. El trayecto desde allí hasta el campo base lo completamos en dos jornadas más, de siete y ocho horas respectivamente, a través de un glaciar desafiante. No fue cómodo, pero sí inolvidable.

Hoy, al llegar finalmente al campo base, siento que cada paso ha valido la pena. Esta es una de las expediciones más íntimas y exigentes de mi vida. La compartiré con un compañero Pakistaní de cordada y amigo. Él será con quien nos ayudaremos a subir la montaña, quien me cuide y a quien yo cuidaré.

El clima ha estado de nuestro lado: días soleados y sin nevadas. Se espera que este año solo lleguen cuatro o seis grupos en total, lo que ofrece una montaña relativamente solitaria y especial. No es una montaña que vienen muchos grupos. La gente aún prefiere otras motañas más famosas acá en el Karakorum.

En los próximos días iniciaremos el ascenso hacia el Campo 1. Mi cuerpo, con sus limitaciones, me exige el doble de esfuerzo. Caminar sin la totalidad de los pies no es algo que pueda describirse con palabras. No hay prótesis que suplante a los pies, subo por voluntad mental y amor a la montaña.

Nada de esto sería posible sin el apoyo de mis patrocinadores y seres queridos. Gracias a Analgán Rapid, Saludsa Vitality, BGR del Ecuador y Kailas.  Y por gracias a Claudia, mi esposa, que transcribiste este mensaje con tanto amor y por tu incondicional apoyo. Gracias también a quienes han confiado en mí.

Además, esta expedición ha sido una oportunidad para servir. Muchos porteadores locales se han acercado por ayuda médica —analgésicos, gotas, antiinflamatorios— y les he dado todo lo que pude. Incluso ayudé a uno de ellos a curar un pie gravemente infectado.

Estoy feliz, conmovido y profundamente agradecido por todo lo vivido hasta hoy. Siempre se aprende.

Saludos a todos desde Pakistán,

Santiago Quintero

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