En el hotel
Queridos amigos, después de un viaje lleno de aventura y peripecias, llegué a Katmandú, a un hotel en las afueras de la ciudad.
Salí desde España el 7 de abril a las 22h00, fui acompañado al aeropuerto por mis primas. Me acerqué al counter preocupado por el peso de mi equipaje, ya que las aerolíneas solo permiten llevar 20 kilos más siete kilos de mano. Yo llevaba 50, y cada kilo extra tenía el pequeño costo de 70 dólares.
Al pesar mis maletas el encargado de la aerolínea me explicó que no podía viajar con todo ese equipaje, entonces lo abrí y saqué las botas de montaña, me las puse, así logré rebajarle a mi maleta cuatro kilos, igualmente hice con el queso, el jamón, y el salami, pero le pregunté: “ ¿ahora que voy a comer en la montaña?”, parece que esto lo conmovió y me dejó llevar el queso y algo mas. Qué pena que el jamón serrano se tuvo que quedar.
Pasé la aduana, cargado de una mochila de 10 kilos y mi canguro, estaba lleno de cosas, parecía el equeco (muñeco boliviano lleno de trastes), claro está que al ingresar al avión, el jefe de equipaje se percató de que había un pasajero fuera de lo común, con unas botas gigantescas puestas y tres maletas de mano, así que se me acercó y me dijo: “si esto pesa más de siete kilos debes dejar el resto de las cosas porque llevas tres maletas de mano y no una como todo el mundo”. Pacientemente fuimos a la balanza, puse mi mochila con la cual atacaría la cima en el Makalú, la pesé y llegaba a los once kilos, me dijo que debía dejarla. Traté de explicarle que en esa mochila tenía la carpa que me había costado 600 dólares la cual usaría para dormir a 7800 metros camino a la cima de la quinta montaña más alta del mundo, y que además llevaba en la mochila el computador donde estaba todos mis archivos de una vida, y mientras le decía todo esto sucedió un milagro, apareció el chico del counter, y el jefe del equipaje le dijo que me dejara pasar pero sin mi mochila roja, el chico me miró y me dijo que sacara el computador y corriera al avión, que él iba a meter esa mochila en el equipaje normal de la bodega del avión. Así lo hice, saqué el computador y comencé a correr, pues el avión iba a despegar en dos minutos. Finalmente llegué a mi asiento agradecido con la vida y con Dios porque un vez más me hecha una mano en la parte logística que es tan costosa y que sin estas ayudas se duplicaría el costo de cada expedición. Imagínense lo que sería pagar 1500 dólares a la ida y regreso, por 4 vuelos, acabaría pagando 6000 dólares de equipaje extra.
El vuelo era con escala en Qatar, ciudad que se encuentra en el Golfo Pérsico, ahí estuve cuatro horas hasta tomar el siguiente vuelo a Katmandú, Nepal.
El vuelo salió sin problemas. Mi compañera de asiento era una mujer que parecía nepalí, de rasgos asiáticos. Yo estaba exhausto y decidí dormir, pero en un momento a mitad de vuelo algo me despertó y era que esta mujer estaba metiendo sutilmente su pie debajo de mi asiento para agarrar mi canguro donde tenía todo el dinero de la expedición. Cuando me di cuenta le amenacé con ir a la policía en Katmandú y denunciarle, y como pueden imaginarse desde ese momento no pude dormir más.
Una vez más Dios me había protegido.
Llegué junto a unos españoles que me ayudaron a cargar algo del equipaje de mano y con el papeleo respectivo.
Al salir del aeropuerto me recibió la gente de la agencia, quienes me trasladaron al hotel, desde donde les escribo muy emocionado por este viaje, que aunque lleno de aventuras, gracias a Dios todo ha salido bien.
Muchos saludos. Sank2