Santiago antes de llegar al Makalu

Hoy, no puedo creer que esté de nuevo en Katmandú. Todo sucedió tan rápido y tan sorprendentemente que no he tenido tiempo ni siquiera de asimilarlo y digerirlo. Lo que significa haber logrado llegar a la cima del Makalu es muy grande, ya que para muchas personas se presenta tan difícil que se convierte en una montaña que no entra ni siquiera en planes de ser escalada por la mayoría de himalayistas.

Lejos de ser para mí un objetivo realista, me lo planteé como requisito básico para ir al K2, ya que está catalogado como la cuarta montaña mas difícil entre los catorce ocho miles.

Hoy sé que Dios me dio una gran ayuda para poder lograr este pico pues el clima no pudo estar mejor. Casi todos los días estuvieron despejados, con algo de viento de altura pero despejados, y eso ayudó bastante a escalar esta montaña hermosísima. Salimos de las tiendas a las 23h00 del día sábado 10. Yo me demoré en alistarme porque mis pies requieren una capa extra de protección y siempre me toma unos veinte minutos ponérmela. Así, salí ultimo de la fila de escaladores que íbamos para el ataque a la cima. Subí decidido a darlo todo para este ataque.

Después de un rato me di cuenta que olvidé las gafas, así que volví a la tienda para recogerlas y continué de nuevo para arriba desde el comienzo. En el transcurso de una hora rebasé a los primeros aventureros franceses y proseguí hasta la barrera de seracs donde habían acampado algunos otros escaladores. Noté que salían también hacia la cumbre y vi que eran los italianos y entre ellos mi amigo Ralf; el amigo alemán que lograría su 13avo ocho mil si subía el Makalu.

Me rebasaron, pero les seguí por una larga pendiente de hielo que parecía de nunca acabar. Larga como ella sola. Para esto eran las cuatro de la mañana hasta que por fin se acabó la pendiente y venia una parte transversal hacia la izquierda, hacia una canaleta de hielo y roca que conducía a la arista del Makalu. En ese momento llegó el amanecer. Todo se tiñó de rosado. Fue muy emotivo ver esos colores desde semejante altura y semejante frío. Mis pies estaban bien y eso me motivaba mucho más a seguir hacia arriba. Me sentía en éxtasis. Ralf se detuvo a esperar el sol para calentarse y yo continué hacia arriba hasta alcanzar a Waldemar e Irivan, quienes me sorprendieron al ver que ambos llevaban oxigeno embotellado. Continué atrás de ellos.

Irivan se movía con pasos firmes, daba unos veinte pasos y descansaba. Para mí no era posible esto, yo daba diez y descansaba a resoplidos como una locomotora vieja. Las primeras rampas fueron de nieve dura de 60 grados y luego vino la espantosa escalada en roca, de cuarto grado. ¡Qué exigente fue treparse por rocas y por horas! Por momentos pensaba en regresar, pues mis compañeros se alejaban cada vez más de mí. Me parecía que estaba yendo a algún campo de altura y no a la cima del Makalu. No sé el por qué de esta sensación.

A las nueve de la mañana vi el reloj y me dije: “Bueno, hasta la una de la tarde le doy, sino llego a la una, me regreso al campamento”. Cuando dieron las diez de la mañana, el regalo más hermoso se presentaba delante de mí: ¡la arista estaba al alcance de la mano como una manzana baja de un árbol! Al llegar a ésta supe que alcanzaría la cima del Makalu.

Mi emoción fue incontrolable. Luego me encontré con Carlos Soria, español que bajaba de la cima. Lo saludé muy emotivamente y me animó a seguir. Me dijo que faltaba una hora. Lo que para mi cabeza era mucho pero a la vez era poco. Y ahí estaba: la ante cima, las cuerdas, las imágenes que había visto en libros por años estaban frente a mí. Eran reales, me sentía volar. Cristina, Waldemar e Irivan estaban delante de mí. Los fui rebasando uno a uno hasta estar tan cerca de la cima que llegué atrás de Waldemar.

Llegué llorando de emoción sin comprender donde estaba, sin saber que había alcanzado la quinta montaña más alta del mundo y un pico muy pero muy difícil. Era consciente que era real, que era mi regalo al esfuerzo de tantos años de entrenamiento, de tanto esfuerzo por recuperar la confianza en mis pies y en el frio, y que ahora estaba a las 11h00 del domingo 11 de mayo de 2008 en la cima del Makalu, a 8463 metros, llorando y agradeciendo a Dios por ese lugar tan hermoso y tan especial. Hice las llamadas de rigor y me tomé algunas fotos. Mi amigo Fercho que estaba en el campo base me llamó muy emocionado y contento. ¡Qué alegría hablar con él desde la cima! La bajada llegó. Estaba cansado pero bajaba. Llegué a las 18h00 al campo 4 a 7700 metros sin detenerme. Me abrasé con mi colega de tienda Hernán que estaba muy contento por mi logro.

La bajada después se complicó porque el día siguiente me quedé por pedido de mi amigo en el campo 4 a 7700 m, para que él haga su cima. Esto me agotó por lo que llevaba muchos días en altura extrema. Me costó bajar. Fueron dos días hasta el campo base, que de no ser por la ayuda de Hernán, no sé si logro bajar. Ya en el campo base, llegó la fiesta de la cumbre y sobre todo por el reencuentro. Todos pusieron ánimos muy alegres y esos días en el base transcurrieron como muy irreales, como si no hubiera pasado nada. Le entregué todo al Makalu.

Todo dentro de mí estaba vacío, no quedó nada para mí, le di hasta el último gramo de energía para llegar al campo base. Y ahora no me quedaba nada. Esa fue la sensación de esta montaña: una sensación salvaje, extrema, sin precedente, nunca antes había sentido que me sentía así. Estaba devastado por el Makalu y ahora le pertenecía. Esta sensación recién se me ha ido hoy día 19, después de pasar mil peripecias para retornar a Katmandú, en una confusión tremenda de sentimientos.

Esta montaña me desbastó el alma, me vació. Fue muy salvaje escalarla y lograr asimilar todo lo que me ha pasado. Agradezco un millón de veces a mis auspiciantes: Salud S.A., Ministerio del Deporte, Toyota del Ecuador y Energizer, por creer en esta segunda etapa de mi proyecto. Creer tanto como yo lo hice. Y que ahora, por la gracia de Dios, salió todo bien. Agradezco también a mis colaboradores: Equipos Cotopaxi, Ilustre Municipio de Quito, Diario El Hoy, Programa La T.V., Mingai, Young Leaving y Boreal. Y a todos mis familiares y amigos que siempre me apoyan: ¡les adoro!

Ya casi nos veremos.

Sank2

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